
Fue hace algunos años, lo recuerdo como si fuera hoy,William había
comenzado a manifestar su disconformidad, su total desacuerdo con mi política preventiva, la de apartarlo, maniatarlo, y si me apuran...acabar con él,algo que seguramente también me hubiera costado mi propia vida.
Ese poeta al que admito tanto como odio, al que detesto tanto como amo quería
más poder en mi mente, una anmistía, una liberación de los calabozos.
Demasiados eran ya los versos que me había regalado desde su nacimiento, demasiadas mujeres bellas que me había permitido conocer, y besar, y querer, muchas sensaciones experimentales y novedosas para mí con las que me había condecorado a lo largo del tiempo.Así que tras laboriosas negociaciones le propuse un trato;
la mitad de mi autonomía a cambio de que me hiciera invisible.
Y aceptó risueño...
A los días salimos a pasear por las calles de la ciudad de cemento y sal,
las mismas avenidas infectadas de piernas, de atuendos, de inertes, inservibles, molestos, horrendos y típicos adornos que hacían a más de un nativo sentirse afortunado.
Caminamos durante horas con las manos en los bolsillos y la mirada baja, como derrotada, como hipnotizada por la marcha de unos zapatos que alternaban su ritual
en el paso que nos llevaba ligeros como plumas al viento.
Y nos detuvimos junto a un húmedo muelle del puerto, estaba comenzando a llover tímidamente, me pidió que me sentara en el suelo y me quitara los ojos y los arrojara al mar, que ya nunca más me harían falta pues él me regalaría los ojos de visión más potente que jamás hubiera podido soñar...Y así lo hice.
Acto seguido percibí como mi sentada se elevaba y venciendo la ley de la gravedad se separaba del duro plano horizontal soportador de miles de suelas.
Mi cuerpo flotaba a medio metro del suelo, pero cual fue mi sorpresa cuando advertí
que las calles estaban deshabitadas, la gente había desaparecido como por arte de magia.
Me había vuelto invisible o estaba inmerso en otro mundo paralelo, como el de las ánimas, otra dimensión, y comprendí que con mis antiguos ojos nunca hubiera podido divisar lo que estaba contemplando, una ciudad detenida, atracada, parada en el tiempo, desocupada de sus ciegos esclavos que con ojos de agua jamás hubieran podido ver ésta hermosa metrópoli en su esqueleto interno.
Así fue como me volví invisible...