
La calle se auto-engulle en su zancada,
conversaciones atrapadas en un silencio lejano;
ese que me trae mi aislamiento,mi parada,
los soles colgantes escupen su osada luz,
sus pequeños amaneceres de baldosa,
un hombre cojea solitario
mientras los escaparates gritan su falta de vida.
Desalojado el tiempo
veo hacer ruidos a la nada;
compañera de tantos encuentros clandestinos
con las sombras del mundo nocturno.
Una tienda tiembla sus miedos en sus rejas entreabiertas,
el poeta aguarda mudo y menguado,
hoy la miseria es un garaje,
una mujer trenzada recoge sus decepciones maduras
con su exacto nivel de azúcar
para los paladares derrotados,
para los escritores que hoy perdieron su voz.
(a la noche del 26 de Septiembre)