
Me tocó vivir la época de los desiertos,
tan ordenados por dunas,
tan valentones en sus ventiscas
que relegué mis ojos a la retaguardia de un antebrazo.
Me tocó cantar con las óperas de los ecos,
tan irascibles en sus silencios
que pude ordenarlos por lápidas,
por fosos, por calles y por mármoles.
Me tocó escribir los versos que nadie quiso reconocer,
tan infames como mi locura,
tan injustos como mi desdicha;
aquella que porto como medallón de reces.
Me tocó cavar mi refugio,
tan planeado como mi aislamiento,
mi abandono,mi olvido,mi destierro,
tan inhumano que rompí a llorar
en presencia de tus elegantes protocolos,
disimulé mi dolor con una sonrisa
cuando me preguntaste porque cavaba,
sabías que no guardaba nada,
sabías que era mi nueva cama,
y volviste a besarme en las mejillas
y a abrazarme para marcharte dándome la espalda.