
Mis rostros son soberbios en la metalurgia
que los dispersa y los cuece en el fuego de sus transformaciones,
la apariencia destripa las velas que pusiste a mis sombras,
suenan cantos de sirenas amputadas en sus escamas,
en sus salados movimientos hacia las profundidades,
en sus abrazos punzantemente barnizados para segar.
Mis rostros son tus mejores invitados,
de tus tardes señeras amordazaste los acuerdos,
a las incertidumbres les añadiste marcapasos
y a mis rostros los clavos más enfermos.