
Me dirijo a vos,Dios del que dudo,
sólo le sé por tinta que dejaron
e incrédulos de fe que bien quemaron,
tanto al parlanchín como al mudo.
Hoy le hablo,Dios al que no acudo,
Nietzsche y Unamuno se quejaron,
también en sus letras se burlaron
pues milagros sólo son escudo
de quienes temen la muerte certera,
en invención un diez al siervo
y en realidad un saco de arena.
¿Acaso el hombre es corcel o ciervo?
Permítame discutir la cartera
del predicar de su gloria y pena.