
Pasillo de hilo, ramillete de luz,
bendito tallo soportador del muestrario de rosas,
donde nace la vida y la muerte calla para siempre,
donde nada te alcanza, donde lloran las diosas, todas envidiosas.
Abierta la colina de sedas-vainilla
la caída es una gula,el caminar un nado infinito en sus desmayos,
los lisos látigos colindantes con hechicería de recogida
pueden ser el viaje más hermoso para el capturado,
para el que pierde visión por estar en vos.
Levantados con timidez angelical se descubren los volcanes rosados,
las lilas de la inmortalidad más humilde,
más tangible en sus minucias,
es la rugosidad de los centros norteños y centinelas
de tus collares y latidos melódicos y refugiados,
son los bellos ojos del valle tierno
y caramelizado en su tacto de divinidad,
de encuentros con la perplejidad de quien los osa contemplar.
Se extiende el camino con los destellos
proclamadores de tu punto cardinal,
principio de existencia y canal de futuras,
todo se abre en su justo cerco de miel y blancas planicies,
curvadas por este y oeste, cielo de tus pueblos de humedad interna.
Detenido contemplo el umbral
de místicas acometidas,la sonrisa vertical,
el jugo celeste y cautivo en el breve cañón abultado,
el oro aquí es rojizo en sus entrañas,catedral de mi locura,
el universo nació en esta depresión y fue retenido en sus secretos.
La fatiga es desconocida en la bifurcación de los rayos de luz sur,
alargada y recorredora de los espacios que te unen con el suelo,
ya se dislumbran los peces de platino,generosos en sus pequeños,
unos dirán que simplemente son halagos,
otros que son tus dedos,
yo diré que son milagros.