
Los pies arrojados del autómata
siguen el curso suspendido del posado,
el todo comprimido;
desentendido de silencios
y otras paces sinceras
va devorando a los que se sientan a observar...
Norias de artificio,
los cielos podridos sólo pintan nubes,
las tormentas sólo son enojos,
ya no llueve nada de verdad.
Ojos inmóviles y flotantes que son ojos,
ojos en rostros que son dos piedras.
La cruzada contra el autómata es tan errónea
que se pueden ver los huesos de los dictados
recaer pobres en los patios de la necedad.
Cuando el odio es un amor bastardo,
un amor que nadie ha querido parir
y los hombres son tan hombres
que se olvidaron de volar...
y el autómata sigue observando desde la inmovilidad,
desde la savia que lleva nuestras miserias,
nuestros milenarios miedos,
y seguimos cambiando escudos por vuelos,
y seguimos siendo más muñeco que el autómata.