jueves, 31 de julio de 2014

SONRISAS QUE DAN MIEDO A LOS NIÑOS





              Y vinieron los rastreadores sicarios del remordimiento
a las misas de mi soledad encantada,
enrabietados por no poder llevarse nada
tiraron de un golpe los cestos del cepillo
donde mis razones creyentes depositaban sus locuras,
sus verdades más atroces
desde que descubrí
que no hay dios más real en mí que mi yo,
y más futuro que el que me den mis sueños,
con las alas de siempre,
mi faro aniquilador de penumbras que eres tú,
y mis enormes pies sureños.
Volvió el silencio loco,
 y las sonrisas que dan miedo a los niños
o a las chicas muy cinéfilas,
ya se marchan por donde han venido,
no pudieron perturbar mi reunión
ni mandar mi conciencia a la tumba,
que mal que encajan los reproches
el que seas feliz a pesar de los desniveles
o el que no te hagas siquiera una mísera pregunta.


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