La locura nunca tuvo maestro
para los que vamos a abogar sin rumbo perpetuo,
en cualquier otra dirección
con tal de no domar los caballos de la exaltación,
la rutina hace sombra a las pupilas
que se cierran a los disfrutes que nos quedan.
El desquicio servido en bandejas de la custodia más personal,
acordonados los embarcaderos de las moralidades
cuando la cordura nunca tuvo testigos valientes,
en las lenguas de lo desconocido
seguiremos siendo aguijones de panal.
Necesitamos el valioso tiempo
que abandonamos sin saber que cojones hacer con él,
nosotros somos la comida y alguién está efectivamente hambriento,
y no hay retorno a la conciencia
tras el desvarío del amor tempestuoso.
Las libertades amantadas con el acero reductor
no podrán vestirnos en el desfile de ciegos,
leyes parcas fundidas en la resurreción del calor
donde la supervivencia será ballesta en nuestros egos.
Aún quedan cosas por decir y no hablas,
aún quedan cosas por dilatar y no despegas...
La muerte será un adorno que pondré al regalo de mi vida,
la luna ejerce extraños influjos que se contradicen
y no hay quien descifre.
Cofres sobrecargados en las caravanas de la supremacía,
cuando las palabras sean martillos y la resistrencia sabiduría.
