No hay asunto que tema tanto
como el poder de tus bragas,
que como feriantes infalibles
hacen de mí el mejor mono
bailando mientras me toques las palmas.
Y porque no hay maldición
que más respete por el norte
como la que viene
tras tu vientre,
que una graciosa cabra con perilla
puedes lucirme al son de tu trompeta
en domingos con limosna
traigas o no la silla.
Y porque no hay presidio
que más me asuste
como el caer de tus telas
que no son telas
sino un filo colorido
de tu delgada verja
que no precisa de festivos
para hacerme desfilar por donde quiera.