lunes, 4 de enero de 2010

PEQUEÑO




Pequeño,
desbordadamente
pequeño,
diminuto,
avariciosamente
minúsculo,
no me alcanza siquiera el clavo,
ni el botón o la lágrima,
un lunar, un punto,
una tilde, una pestaña.
Mi inferioridad
es un hambre caníbal
que me lo agranda todo al pasar,
lo juro en firme
que para mí lo bajo es alto,
casado con lo profundo,
lo sumergido, lo invisible,
lo ausente, lo mudo.
Bambino,
escandalosamente
lacónico,
chiquito,
colosalmente
no cuento.
Pequeño,
como un átomo,
a veces inexistente
si es invierno,
algo más,
quizás una hormiga
si llega el verano ardiendo.
No culpo a tu adiós
de mis heridas,
más amarillas que la agonía,
no señalo a tu marcha
como la anfitriona de mis penurias,
más abruptas que la lejanía.
No nombro otro asunto
a tus irresponsables quehaceres
que el dejarme un ser de broma
para seguir mi camino
siendo lo más pequeño que parió madre.